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Pokemon: Bélica, Fanfic Bélico de Pokemon

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Maxter_g
view post Posted on 22/2/2012, 07:25




Hola a todos, gracias por pasarse por mi nuevo Fic de Pokemon. Agradezco de antemano todos los comentarios que puedan dejar. Me entusiasma mucho este proyecto, así que espero lograr algo positivo en ustedes también.

Este primer capítulo es el "piloto". Por lo mismo no quise extenderme más de lo necesario para presentar el conflicto que le da sentido a la trama. Espero lo disfruten.

Pokemon: Bélica


Capítulo 00: Arribo agitado

La emboscada era perfecta… ningún imprevisto podía vencer esa convicción.

El escuadrón era el más rápido que podía formarse en todo Hoenn. Los carvanhas que se reclutaron para la misión pertenecieron a nadadores profesionales. Los pelippers fueron capturados en los acantilados de Ciudad Colosalia. En cuanto a él y sus hombres, el haber sido seleccionados para la operación lo decía todo. Era imposible que se retrasaran. De hecho, no lo hicieron.

También poseían el factor sorpresa. Un castform se encargaría de producir la lluvia que les ocultaría de los ojos y los oídos enemigos.

Incluso poseían valiosa información sobre el capitán enemigo: de los tres gyarados que escoltaban su flota, había uno que podía realizar ataques de tipo eléctrico. Esa sola ventaja de los continentales podría bastar para diezmar al escuadrón hoennio. Pero hasta ese elemento estaba bajo su control.
Cada pelipper traía un voltorb en la bolsa de su pico. Una vez dejados caer, estos debían lanzar sus descargas eléctricas antes de llegar al agua. Luego de eso, al tocar cualquier superficie, explotarían. Así no sólo dañarían los barcos y a los escoltas, sino que también crearían el alboroto necesario para que él, montado en su sharpedo, lograra atacar al gyarados principal. Usaría el colmillo de hielo. Una vez que esa amenaza quedara fuera de combate, los carvanhas terminarían de destruir todo lo que quedara…

Avistaron la flota a poca distancia. El ángulo para interceptarla no era el ideal, pero podían confiar en la gran velocidad con que la asaltarían. Le ordenó al castform que se alejara de la acción sin detener la lluvia. Luego de eso dio la orden general de ataque.
Cien carvanhas, veinte pelippers y cinco sharpedos, montados por el comandante y sus cuatro mejores hombres, se abalanzaron sobre el flanco derecho de la flota.

Segundos antes del choque, un destello pálido seguido por un trueno ensordecedor los hizo agachar la cabeza. Entre graznidos de agonía, la formación de pelippers quedaba partida en dos. A pesar de estar a punto de embestir uno de los barcos, el comandante volteó instintivamente la cabeza y alcanzó a ver cómo caían en picada, humeando, al menos la mitad de las aves. Pensó en lo desastroso que sería para los carvanhas que los voltorbs les cayeran encima, pero la repentina sumersión del sharpedo lo sacó de sus cálculos. Bajo el agua, escuchó crujir el casco de un barco al ser golpeado por los otros sharpedos. Los reiterados centelleos de luz desde la superficie le recordaron la prioridad: eliminar al gyarados principal.
Divisó las colas sumergidas más allá del siguiente barco. Maniobrando con la aleta dorsal de su montura, se dirigió hacia ellas. Cuando ya estaba listo para darle la orden de ataque al sharpedo, vio algo que lo dejó helado: había cuatro colas. Los espías hablaron de tres gyarados, pero resultó haber uno de más. No había tiempo que perder. Cuando vio que dos de ellos se sumergían completamente, los descartó. El que realizaba el ataque eléctrico no dejaría su puesto en la superficie al principio del enfrentamiento. Con el aquajet del sharpedo esquivaron al primero y derribaron al jinete del siguiente en un mismo movimiento. En menos de cinco segundos, ya daba la orden para atacar con colmillo de hielo al tercero.
La fuerza del ataque fue tal, que llegaron a salir del agua por unos instantes, con el cuerpo del gyarados entre las fauces heladas del sharpedo.

Apenas se volvieron a sumergir, un destello inundó al pokemon recién abatido y dio paso a su transformación en una masa pequeña, sin forma definida, de color rosado. El comandante, estupefacto, no dejó de mirarla, mientras se deslizaba lentamente del lomo de su sharpedo en movimiento. Cayó hacia un costado, como desmayándose en cámara lenta, con los brazos lacios y la vista fija en esa figura informe que flotaba hacia la superficie, mientras él bajaba lentamente. Vio un destello fulgurante que alcanzó al sharpedo cuando éste se disponía a volver a recogerlo. Luego, la superficie cubriéndose de bultos inertes. Ni siquiera reparó en el sonido de las explosiones, cada vez más amortiguado. Ni en los destellos, que se iban oscureciendo. Lo último que pasó por su conciencia, fue que la emboscada era perfecta.

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Quiero distraerme, por eso echaré mano de mis recuerdos más cálidos: los viajes que hacía mi padre cada año a Kanto.

De toda la mercadería que traía de sus viajes al continente, la que más esperábamos nosotros, los jóvenes del pueblo, eran sus historias.
Nos contaba sobre aldeas enormes, donde multitudes de gente vivían en torres y caminan junto a senderos grises, anchísimos, hechos de una piedra líquida que después de secarse podía soportar el paso diario de filas y filas de carretas metálicas.

Luego de describir las “modernidades”, como las llamaba él, hablaba sobre ese extraño deporte que practicaban a nivel nacional, en el que hacían luchar entre sí animales especialmente entrenados para ello. Lo único parecido que nosotros conocíamos directamente eran las peleas de poochyenas, que terminaron siendo prohibidas en la aldea, por fomentar el vicio de la apuesta.

Curiosamente, a pesar de que todas esas cosas de las que hablaba eran como de otro mundo para nosotros, la esencia de sus historias no eran las maravillas de que trataban, sino la forma en que las contaba. Me di cuenta de eso después de intentar varias veces narrar sus historias más nuevas a mis amigos del pueblo vecino. No era que no lograra entretenerlos, pues mi versión era la única oportunidad que tenían de escuchar la primicia; la versión original les llegaba días después, cuando mi padre pasara por sus casas visitando a quienes le habían encargado productos del continente. Lo que me incomodaba era la sensación de vacío que me producía contarlas, como si la historia solamente saliera de mi boca y se fuera en línea recta hasta sus oídos. En cambio, escucharlo a él era como percibir con todos los sentidos algo que transmitía con todo su ser. Cuando le dije que él debía tener un talento especial para eso, me respondió con la modestia que recuerdo desde mis juegos de niñez: “Nada de eso. Simplemente, yo tengo la ventaja de haber visto esos lugares con mis propios ojos y haberlos pisado con mis propios pies”.

Todavía me emociona pensar que, de todas las palabras que oí de él, fueran las más casuales y libres de maravilla las que bendeciría y maldeciría tantas veces; las que sobrevivirían la indiferencia de mi conciencia y, aun así, seguirían resonando desde mis profundidades para materializarse por debajo de mis acciones, latentes, ocultas como un cardumen de Carvanhas bajo una ola oscura… lo siento, futuro lector, por mezclar las cosas. Arrancaría con facilidad esta hoja, que por ser la primera no dejaría rastro. Pero me comprometí a escribir de la forma más sincera posible. Que este diario sea al menos mi reducto de franqueza, la bocanada de aire puro que limpie mi cabeza de los vapores embusteros respirados en esta guerra desquiciada…

Ayer nos atacó un grupo de asalto profesional, muy probablemente tropas de elite de la Armada Hoennia. Nos emboscaron a unas pocas horas de llegar. A juzgar por su composición, tenían muy claro su objetivo: venían a despejar el camino para una ocupación de las islas.
Si no conociera el clima de estas costas, no habría notado lo de la lluvia falsa. Por suerte eso nos alertó de la emboscada. Con todo, no tuvimos pocas bajas. Hay casi veinte pokemon heridos, entre ellos un ditto que robé de un laboratorio antes de zarpar de Kanto. Por el momento, dejamos a los voltorbs hoennios arrumbados en uno de los barcos. Si logramos que el Abra del cocinero evolucione, podríamos inducirlos a cambiarse de bando. Nos serían útiles en caso de tener que defender la isla. Todo nos va a ser útil si Hoenn se empecina en tomar este lugar.
El resto de la Marina Continental sigue asegurando posiciones en las islas más al norte. No sé cuánto se demoren los refuerzos. De todas las Islas Sevii que se tiene planeado asegurar, esta es la última. Espero que para nuestros enemigos sea así también.
 
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